“Las personas con habilidades emocionales bien desarrolladas tienen más probabilidades de sentirse satisfechas y ser eficaces en su vida, y de dominar los hábitos mentales que favorezcan su propia productividad; las personas que no pueden poner cierto orden en su vida emocional libran batallas interiores que sabotean su capacidad de concentrarse en el trabajo y pensar con claridad”.
Daniel Goleman
Desde casi más de medio siglo, las organizaciones se han inquietado por conocer que determina el hecho de que algunas personas que independientemente de su cultura o su desempeño académico, logren mejores resultados en el trabajo que otras. Estudios realizados en los últimos 12 años han apuntado a la forma como algunas personas reaccionan frente a problemas o desafíos. Algunos, muestran competencia para asumirlos de manera inteligente, creativa y conciliadora; mientras que otros se aíslan, se muestran sumisos o responden de manera agresiva.
Nunca se había considerado incorporar en el análisis un concepto tanto o más importante que el cociente intelectual, como lo es la inteligencia emocional. Esta cualidad, por llamarla de alguna manera, permite que algunas personas tengan competencias especiales para relacionarse satisfactoriamente con los demás, enfrentar contratiempos, o superar obstáculos y ver las dificultades de la vida de manera diferente, aunque no sean las que más se destacan por su desempeño intelectual.
Es extraño, que en los espacios culturales por donde iniciamos y transitamos nuestras vidas, se nos propicie oportunidades para madurar emocionalmente; por lo que regularmente oímos expresiones como estas: “Juan me hizo alegrar”, Pedro me hizo entristecer”, “Teresa me hizo coger una rabia” o “Antonio me hizo coger miedo”; todas ellas demuestran una absoluta irresponsabilidad o incompetencia emocional.
El nuevo enfoque de vida que da respuesta a éste y a otras interrogantes es la inteligencia emocional, una competencia que nos permite conocer y manejar nuestras emociones y sentimientos, así como también interpretar o manejar las conductas emocionales de los demás, sentirnos satisfechos y ser efectivos en la vida; a la vez que creamos hábitos mentales que favorezcan nuestra propia calidad de vida.
Toda persona que comprenda a traves de la autoconsciencia y autoexploración y, acepte que tiene posibilidades de mejorar su competencia emocional, puede con talleres y cursos, influir en su capacidad para sentir, expresar y actuar sus emociones con conductas operativas para contribuir a una sana convivencia social.