Relacion con el mundo

El faro de la personalidad nos muestra el mundo como un escenario para la batalla, donde los grandes o más fuertes se comen a los más pequeños o débiles. El mundo por ser cruel, siempre nos acecha para detectar cualquier debilidad o caída donde poder pisotearnos. Es una “realidad” de la cual jamás debemos confiarnos si queremos estar siempre a salvos. Nos llenamos de interpretaciones o de errores conceptuales donde operan las generalizaciones, las inferencias arbitrarias, las abstracciones selectivas, las profecías autorrealizadas y los absolutismos o posiciones extremas. Como dice Walter Riso, “la mente es egocéntrica, busca sobrevivir a cualquier costo, incluso si el precio es mantenerse en la más absurda irracionalidad”.

La famosa frase de Alfred Korbzybski y luego asumida por la PNL de que “El Mapa no es el Territorio”, con ella, el autor expone con acierto de que cada ser humano elabora su propia visión del mundo a partir de su experiencia, necesidades, contexto y cultura. Ante tanta informacion nuestro sistema neurológico desarrolla como una especie de filtros, donde solo seleccionamos aquella informacion que mas se ajuste a nuestros mapas. Estos mapas que pueden ser ricos, pobres, saludables o enfermizos, una vez instalados en la mente, operan como hábitos que nos permiten economizar tiempo en procesar informacion del mundo. De ahí la tendencia en querer aplicar a cualquier territorio la misma representación mental, que es como pretender movernos en Roma con el mapa de Berlín.

A la personalidad le gusta interpretar, juzgar o evaluar la realidad en lugar de simplemente observarla en su apariencia, profundidad y composición. Cuando observamos al mundo como una constante amenaza, necesitamos mantener nuestro arco de flechas siempre armado para disparar primero ante el enemigo; de hecho, en el argot popular se nos dice que “quien dispara primero, dispara dos veces. De igual manera podríamos tener una percepción tan pesimista del mundo como nos diría el gran compositor de tangos, Enrique Santos Discépolo en Cambalache: “Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil, también…”. Ante el mundo la personalidad adopta actitudes defensivas, derrotistas o de total indiferencia como procurando más la evitación que el acercamiento creativo.

Desde nuestra personalidad, tendemos a autorregularnos mas por la moral que por la ét

ca, porque nos comportamos por temor al rechazo o desconocimiento social del mundo que nos rodea, a fin de no hacerle daño a nadie. Necesitamos del control o de garantes del cumplimiento de normas y leyes para mostrar algun comportamiento cívico, laboral y familiar. Si no existe quien nos sancione de manera justa y equitativa, haremos cuanto queremos y, en consecuencia; la anarquía y la anomia colectiva se convierten en “normalidad”.