Si bien es cierto que, la sociedad ha pretendido que la seguridad es responsabilidad de los gobiernos, del sistema de salud, de los cuerpos policiales, de las instituciones y empresas; no cabe la menor duda de que la seguridad y salud personal y de los otros es de cada persona. Por ello observamos que los trabajadores, solo toman en serio o medianamente consciencia de la seguridad e higiene, cuando la cultura normativa, estadística e ingenieril de las empresas, pretenden ajustar su comportamiento a los parámetros que permitan preservar vidas y bienes como factores clave de toda organización; o cuando incurren en accidentes personales o en seres muy cercanos a su contexto psicosocial.

La Ciencia de la Seguridad, como hoy se habla en Europa, es entendida como una disciplina que estudia los riesgos en sus distintas formas, directos e indirectos con el objetivo de reducirlos, anularlos o controlar sus consecuencias. En ella influye de manera directa la ingeniería y la Psicología de la Seguridad como disciplina, que se encarga del estudio e intervención de los factores psicosociales y ambientales, responsables del comportamiento, orientado a preservar la salud y la vida. De hecho, los estudios realizados por mas de una década de la empresa química Dupont, demuestran que el 80% de los accidentes son ocasionados por factores humanos e incluso; hay otros estudios que señalan que de cada 10 accidentes 9 son provocados por comportamientos inadecuados (cognitivo – emocional) del accidentado. Hoy la Psicología de la Seguridad se ha reforzado con los últimos hallazgos de la Neurociencias, donde muchas células cerebrales funcionan como Wi – Fi neuronal que, nos permite navegar en nuestro mundo social con una mayor aproximación a la realidad y; orientación basada en la seguridad como valor de vida.

La mente no constituye un sistema de procesamiento de información (datos, percepciones, emociones y pensamientos) amigable, predecible y fácilmente controlable, como ocurre regularmente con los computadores; debido a que el aparato psicológico individual y colectivo tienen intencionalidad, motivos, emoción y expectativas de todo tipo; que tienden a perpetuarse o sobrevivir a cualquier costo, porque se anula la consciencia y la mente es perezosa o resistente a los cambios de ideas o patrones de pensamientos diferentes y; además, llena los vacíos comunicacionales con contenidos y mensajes que enrarecen el ambiente laboral, familiar y social. Por cuanto la inercia mental, es manejada por diálogos internos, que regularmente son irracionales e interminables donde la realidad externa, que suele cambiar de rostro, no siempre tiene cabida requiere de una autoevaluación y cuestionamiento externo mas allá de las normas. En consecuencia, pretendemos seguir manejando los nuevos eventos con los esquemas mentales de siempre o con las percepciones que nos generen confort.

Muchos de los procesos interactivos son inconscientes, en el sentido de que no nos percatamos de los atributos asignados a los eventos del día a día y; del efecto que generamos en nosotros y en los demás, con nuestras decisiones y comportamientos. Por eso, con frecuencia observamos que, las comunicaciones se hacen disfuncionales e impactan el clima organizacional de manera desfavorable, que como consecuencias tenemos accidentes, problemas de salud, ausentismo, rotación, conflictos, y predisposición para recibir todo tipo de información distinta a nuestros esquemas mentales, que al final disminuye la productividad y el comportamiento seguro. La seguridad amerita ser comprendida como un valor y por que no, un principio de vida.