Desde la antigüedad, el ser humano se ha preguntado, ¿que soy?, ¿para que estoy aquí?, ¿de dónde procede todo?, pero sus primeras respuestas vinieron de lo externo como mitos y dioses de distinta naturaleza, porque era lo que su conocimiento y evolución humana le permitía para encontrarle explicación a todo cuanto observaba a su alrededor y en sí mismo. Desde entonces las corrientes religiosas, filosóficas de distintas orientaciones y científicas han pretendido dar respuestas a las múltiples interrogantes de hombres y mujeres; mas sin embargo, seguimos sin encontrarnos con la alegría, paz y el amor porque, culturalmente, nos centramos mas en el ego que en la esencia, como es el Ser o vida misma, e incluso hemos llegado a creer que simplemente somos mente, debido a la fuerte influencia del pensador francés Descartes con su célebre frase: “Pienso luego existo”; donde equivocadamente se equipara el pensamiento con el ser y la identidad con el pensar.
Como hemos carecido de una solida consciencia espiritual, encontramos que muchas personas que prestan servicio o tienen un negocio, en lugar de facilitar y asesorar el proceso de compra, se muestran como autómatas desinteresados, que al final ahuyentan a los clientes. Es como el mecánico y el médico que prestando sus servicios cometen descuidos desastrosos, que pueden poner en peligro tu vida y la del prójimo; o los psicólogos y psiquiatras que cobran sin agregar ningún valor al paciente; los empleados que pierden sus puestos de trabajo o calidad de vida por realizar actos deshonestos con la organizacion o los administradores y funcionarios, que en lugar de estar al servicio de los demás, se convierten en burócratas displicentes y atropelladores de la dignidad humana a pesar de que, es el ciudadano que con sus impuestos paga sus salarios. Los padres que procuran el bienestar material de sus hijos, pero los dejan sin principios y valores que les llene de sentido sus vidas y que, al mismo tiempo, se conviertan en guías para tomar tantas decisiones que necesitamos acometer a diario.
A hombres y mujeres los vemos llenos de ansiedad buscando el bienestar externo o placer, olvidando la calidad y profundidad interna y los códigos deontológicos de sus profesiones, porque parten del supuesto de que cualquier fin justifica los medios, de donde se deriva aquello de que, el capital o dinero no tiene ideología, religión, ni oído ni vista. Por carencia de un cuerpo ético a prueba de toda tentación externa o manipulación emocional, hemos presenciado como políticos destruyen a países y muchos ejecutivos exterminan a empresas nacionales e internacionales generando ruina a sus accionistas y a la sociedad en general; e incluso, muchos muestran total incongruencia entre los discursos y comportamientos.
Por todo lo anterior, es fundamental que toda persona adquiera plena consciencia de sus principios y valores en función de su misión de vida, porque nadie da lo que no tiene y jamás sabrá como integrar los valores organizacionales y sociales con los suyos. De hecho, es más fácil que la gente te hable de los valores de la empresa que de los suyos. Sin embargo, es necesario que la gente defina, comprenda e integre sus valores con los de la organización y; al mismo tiempo las organizaciones requieren de un trabajo de sensibilización y aprendizaje por parte de su personal de los valores, para que estos no queden como un simple ejercicio de la alta dirección o plasmados en documentos o material POP de la empresa.
De no ser así, solo tendríamos deseos y prescripciones verbales de los directivos, que no coinciden con la realidad del comportamiento de su gente. Por ello, además de un trabajo de sensibilización y aprendizaje sobre los Valores Organizacionales como competencia diferenciadora, es clave desarrollar una fase de seguimiento que permita determinar desviaciones y el grado de desempeño de la cultura en función de lo esperado; sobre todo cuando hoy las empresas son amenazadas con expropiaciones e injerencia de agentes externos para perturbar su gobernabilidad y responsabilidad de generar riqueza y calidad de vida en sus comunidades.