El fenómeno de emigrar es inherente a la condicion primitiva y evolutiva del ser humano por distintas razones de caracter existencial o de sobrevivencia. No obstante, el mismo hombre impulsado por la necesidad de supervivencia del primitivo sistema rectilíneo, tiende a marcar territorio como los hacen los lobos, perros y gatos; generando demarcaciones geográficas denominadas paises y una estructura moral (leyes, reglamentos, normas, símbolos y signos) para evitar que los demas invadan su territorio. Es por ello, por lo que cualquier estimulo o evento, puede desplegar comportamientos xenofóbicos o de defensa territorial, en virtud de que el nativo experimenta amenaza en su nivel y calidad de vida, e incluso por razones de carácter social, étnico o religioso. La apertura de paises a la emigración, depende de su desarrollo, nivel de civilización y educacion de la neocorteza cerebral de sus habitantes.

Cuando un ser humano de manera individual o grupal decide dejar su país, regularmente es por razones de persecución política, imposibilidad de conseguir oportunidades de educacion y desarrollo para sus hijos, por calamidades económicas y sociales por tiempo prolongado o porque, en definitiva, siente en jaque su vida, libertad y dignidad. Todos esos factores desencadenan conflictos e inevitablemente, el distrés, que al no poder controlarse genera estragos físicos, psíquicos y conductuales debido al tipo de hormonas que el sistema nervioso envía a traves de sus neurotransmisores a las distintas partes del cuerpo.

Entre los efectos psíquicos de la decisión de emigrar tenemos el miedo, tristeza y rabia,  nerviosismo, ansiedad, depresión, ganas de llorar o nostalgia, gritar o golpear, pánico, irritabilidad, pensamientos obsesivos y catastróficos, ilusiones, sensación de que la situación nos supera y por ende deseos de regresar, dificultad para tomar decisiones y concentrarnos en el nuevo contexto, disminución de la capacidad cognitiva, sobre todo, si hay exigencia de un nuevo idioma, lentitud de pensamiento, pesadillas y lamentablemente, problemas en las áreas de vida, sobre todo en la de pareja, financiera, social, laboral y espiritual. Si en la pareja no existen solidos cimientos de amor, los conflictos reflotan o se agrandan mentalmente, lo cual podría desembocar en separaciones que, de no buscar ayuda profesional a tiempo, terminan en divorcio y demas consecuencias que este acarrea en la vida de ambos, en los hijos, en caso de haberlos, y en el sistema familiar.

Si las consecuencias psíquicas persisten, podríamos observar a nivel fisico fenómenos como frio en manos, sudoración, acné, palpitaciones, fatiga/agotamiento, hormigueo en estómago, opresión, diarrea o estreñimiento, ulceras, resequedad en boca, dificultad para tragar o respirar, dolores en hombros y espalda, jaquecas, alergias, migrañas, caída del cabello o alopecia, subir o bajar de peso, presión en dientes y mandíbula, pupila dilatada y disminución de la fertilidad. En la medida que, uno o varios de estos síntomas se incrementen, el pánico podría volver, porque se piensa que no habrá recursos financieros para obtener servicios médicos o que no se tendrán los cuidados que solíamos recibir en la familia o parte de ella, que se haya quedado en el país de origen.

Debido a pensamientos irracionales o errores de conceptos acompañados por miedo, tristeza y rabia o resentimiento, el emigrante podría desarrollar algunas de las siguientes conductas: tics nerviosos, rechinar los dientes (bruxismo); resistencia a la nueva identidad, percibir la realidad con su mapa de origen, risa nerviosa, dificultades sexuales, dormir en exceso o sufrir de insomnio, aumento o disminución del apetito, fumar y beber alcohol en exceso, aislamiento, conflictos en las relaciones sobre todo por juicios y comparaciones, agresividad y parálisis laboral para defender su ego profesional o social, cambio en el estilo de vida sin razón aparente, propensión a tener accidentes, descuido en la apariencia personal, consumo de drogas y ansiolíticos, aumento en la ingesta de café o de algun otro medicamento para calmar cualquiera de los efectos físicos ya nombrados.

El éxito o intento fallido de emigrar depende mucho de la actitud como producto de sólidos y constructivos pensamientos, acompañados de la alegria, seguridad, confianza, humildad, gratitud y de mantener la consciencia en el aquí y ahora para evitar la nostalgia del pasado y la ansiedad del futuro. Se requiere de capacidad resiliente y valentía para ampliar la zona de confort y lanzarnos a las infinitas oportunidades de la incertidumbre. En caso de que persisten los síntomas y cuadro conductual enunciados antes, es necesario reforzar la comunicación social, familiar o de pareja. Tambien se podría buscar los servicios profesionales o asistir a cualquier grupo de apoyo para emigrantes, como la mejor trinchera para trabajar por las metas y anhelos, que motivaron la conducta emigratoria.